Pintor
Juan Villafuerte
El 16 de
agosto de 1977 falleció en Barcelona (España), abatido por un cáncer, el pintor
guayaquileño Juan Antonio Villafuerte Estrada.
Tenía 32 años y era un prolífico artista, un incansable trabajador que decidió radicarse en Europa para estudiar grabado, pintar y dibujar, para al contacto de otros horizontes, construir una obra fuerte e imperecedera.
De su muerte han pasado 28 años. Sus creaciones se exhibieron en la Casa de la Cultura del Guayas junto con obras de artistas de su generación, como Hernán Zúñiga, Miguel Yaulema y José Carreño.
Se expusieron en el sitio que Villafuerte frecuentaba en sus años de juventud y donde se le erigió una capilla ardiente y fue velado, luego de ser traído de Barcelona. Sus restos descansan en el cementerio general de la ciudad.
El artista nació en Guayaquil el 19 de julio de 1945. Fue el menor de cuatro hermanos procreados en el hogar de Manuel Villafuerte y Rosa Estrada. Su hermana Nila, la mayor, que está casada con el pintor Félix Aráuz, lo recuerda como un hombre alegre, dulce en sus afectos y melómano. Le encantaban los pasillos del dúo Benítez-Valencia y de Carlota Jaramillo y las canciones del argentino Jorge Cafrune, que era su artista predilecto.
Evoca también a Villafuerte como intenso en sus deseos de pintar. Dice que trabajaba hasta 16 horas diarias, por lo cual dejó una obra numerosa, que está en manos de la familia. Otra parte importante de su producción se quedó en España, con su esposa, la española Araceli Molina; o está entre quienes la adquirieron.
Cuando Juan nació, Nila tenía 13 años. Ella cuidaba a su hermano y surgió entre los dos una gran complicidad. Fue a través de él, que tenía entre sus amigos a pintores, que conoció a Aráuz.
En Barcelona, Villafuerte estuvo radicado casi ocho años y, según su hermana, tenía planes de volver a vivir en su ciudad. Lo había dicho dos años antes de su fallecimiento, cuando vino a visitar a la familia, pero la enfermedad y la muerte lo sorprendieron. Fue un cáncer agresivo el que le arrebató la vida.
Comenzó a exponer desde muy joven. En Barcelona realizó algunas exhibiciones, pero una de sus primeras muestras la efectuó en Guayaquil, en el Centro Ecuatoriano Norteamericano. Los catálogos e invitaciones de la época (mediados de la década del 60) cuentan con entusiastas comentarios de Bolívar Moyano y Diego Oquendo, entre otras plumas. Y en las páginas de los diarios y revistas, voces como las de Zalacaín, periodista cultural, y Manuel Esteban Mejía, crítico de arte, hablan de la pintura del artista, de la que destacan no es complaciente, ni hecha para gustar, sino para inquietar. Tenía trazos deformantes, cercanos al feísmo. La prensa exponía, asimismo, su filosofía humanista.
Un hecho anecdótico, que está registrado en los medios de comunicación, fue la pérdida del cadáver de Villafuerte. Sabiendo de la gravedad en que se encontraba el pintor, su padre y su hermana Nila viajaron a Barcelona. Cuando falleció decidieron traerlo en un vuelo de Iberia.
Los intelectuales guayaquileños, conmocionados por la muerte, se reunieron en el aeropuerto a la espera de la llegada de los restos del pintor. Arribaron familiares y cuando pidieron el ataúd descubrieron que nunca fue embarcado en la aeronave.
Por equivocación había sido trasladado en otro vuelo de Iberia a Lima. La radio, los periódicos y la televisión comentaron el hecho. Al siguiente día, luego de las gestiones para recuperarlo, el ataúd llegó. El cadáver fue trasladado a la Casa de la Cultura, donde fue velado, y después al Cementerio General. Artistas, amigos y familiares le tributaron un sentido adiós a este artista, del que se cumplieron ayer 28 años de su partida.
Tenía 32 años y era un prolífico artista, un incansable trabajador que decidió radicarse en Europa para estudiar grabado, pintar y dibujar, para al contacto de otros horizontes, construir una obra fuerte e imperecedera.
De su muerte han pasado 28 años. Sus creaciones se exhibieron en la Casa de la Cultura del Guayas junto con obras de artistas de su generación, como Hernán Zúñiga, Miguel Yaulema y José Carreño.
Se expusieron en el sitio que Villafuerte frecuentaba en sus años de juventud y donde se le erigió una capilla ardiente y fue velado, luego de ser traído de Barcelona. Sus restos descansan en el cementerio general de la ciudad.
El artista nació en Guayaquil el 19 de julio de 1945. Fue el menor de cuatro hermanos procreados en el hogar de Manuel Villafuerte y Rosa Estrada. Su hermana Nila, la mayor, que está casada con el pintor Félix Aráuz, lo recuerda como un hombre alegre, dulce en sus afectos y melómano. Le encantaban los pasillos del dúo Benítez-Valencia y de Carlota Jaramillo y las canciones del argentino Jorge Cafrune, que era su artista predilecto.
Evoca también a Villafuerte como intenso en sus deseos de pintar. Dice que trabajaba hasta 16 horas diarias, por lo cual dejó una obra numerosa, que está en manos de la familia. Otra parte importante de su producción se quedó en España, con su esposa, la española Araceli Molina; o está entre quienes la adquirieron.
Cuando Juan nació, Nila tenía 13 años. Ella cuidaba a su hermano y surgió entre los dos una gran complicidad. Fue a través de él, que tenía entre sus amigos a pintores, que conoció a Aráuz.
En Barcelona, Villafuerte estuvo radicado casi ocho años y, según su hermana, tenía planes de volver a vivir en su ciudad. Lo había dicho dos años antes de su fallecimiento, cuando vino a visitar a la familia, pero la enfermedad y la muerte lo sorprendieron. Fue un cáncer agresivo el que le arrebató la vida.
Comenzó a exponer desde muy joven. En Barcelona realizó algunas exhibiciones, pero una de sus primeras muestras la efectuó en Guayaquil, en el Centro Ecuatoriano Norteamericano. Los catálogos e invitaciones de la época (mediados de la década del 60) cuentan con entusiastas comentarios de Bolívar Moyano y Diego Oquendo, entre otras plumas. Y en las páginas de los diarios y revistas, voces como las de Zalacaín, periodista cultural, y Manuel Esteban Mejía, crítico de arte, hablan de la pintura del artista, de la que destacan no es complaciente, ni hecha para gustar, sino para inquietar. Tenía trazos deformantes, cercanos al feísmo. La prensa exponía, asimismo, su filosofía humanista.
Un hecho anecdótico, que está registrado en los medios de comunicación, fue la pérdida del cadáver de Villafuerte. Sabiendo de la gravedad en que se encontraba el pintor, su padre y su hermana Nila viajaron a Barcelona. Cuando falleció decidieron traerlo en un vuelo de Iberia.
Los intelectuales guayaquileños, conmocionados por la muerte, se reunieron en el aeropuerto a la espera de la llegada de los restos del pintor. Arribaron familiares y cuando pidieron el ataúd descubrieron que nunca fue embarcado en la aeronave.
Por equivocación había sido trasladado en otro vuelo de Iberia a Lima. La radio, los periódicos y la televisión comentaron el hecho. Al siguiente día, luego de las gestiones para recuperarlo, el ataúd llegó. El cadáver fue trasladado a la Casa de la Cultura, donde fue velado, y después al Cementerio General. Artistas, amigos y familiares le tributaron un sentido adiós a este artista, del que se cumplieron ayer 28 años de su partida.
ANDRADE
FAINI, CESAR
Fue un "Pintor" quiteño nacido en 1913.
Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Quito
-donde desde 1930 hasta su graduación permaneció bajo la dirección del
maestro Víctor Mideros-, y al igual que muchos artistas de esa generación
innovadora, su obra inicial estuvo impregnada por las corrientes del
“Realismo Social”, a la que pertenecieron también Eduardo Kingman, Bolívar
Mena Franco, Oswaldo Guayasamín y Diógenes Paredes, entre otros. En 1937
culminó sus estudios presentando como tesis su obra “Miseria Social”,
consistente en “un conjunto de cuadros que se adentraban en la oscuridad
sicológica de los condenados a ser rechazados en vida”
Buscando cambiar el horizonte de sus influencias -y
luego de haber estado en Panamá donde realizó varios trabajos murales-, en
1943 se trasladó a Guayaquil donde para iniciar una corta pero determinante
etapa expresionista, influenciada posiblemente por Hans Michaelson. Cautivado
por la ciudad y su gente, se radicó definitivamente en ella donde pronto
contrajo matrimonio, y en 1954 sustituyó a Michaelson en la cátedra de
pintura que dictaba en la Escuela Municipal de Arte. Discípulos de él fueron
entonces Theo Constante, Luis Miranda, Juan Villafuerte y José Carreño, entre
otros.
“En la década de los cincuenta Andrade Faini
comienza a elaborar su personal retórica. Evoluciona en cromática, morfología
y esquemas compositivos. La paleta se enriquece -de verdes y grises a
amarillos y rojos- y varios colores adquieren función semántica; la
morfología –lo mismo para escenas urbanas que para paisajes costeños- se
apoya en bioformas; la composición recupera esquemas primitivos -prescinde de
la perspectiva y hasta juega con la “falsa perspectiva”-, maneja con libertad
la desproporción superrealista y cubista.
Con todo ello el artista logra obras magníficas,
como “Oasis 2 o la feria de las Larvas”, de un expresionismo renovado y
personalísimo estilo. Estas cualidades son reconocidas con el Primer Premio
Adquisición del “Mariano Aguilera” en 1957, el Premio del III Salón de
Octubre de Guayaquil en 1959 y el Salón de Octubre de la Casa de la Cultura,
en Quito, en 1961”
Ya a finales de los cincuenta y principios de los
sesenta empezó a impregnar en sus cuadros características muy peculiares, con
características cromáticas más fuertes, pero sin perder la esencia espiritual
y poética de su inspiración. Son maravillosos sus óleos “Por Aquí Pasó el
Odio”. “Senda de Soledad”, El Arbol Amarillo” Paisaje Abandonado”; su
extraordinario “Gallero” y sus grandes composiciones “Inocentes” y
“Carnaval”.
“Su producción está cargada de dramatismo debido al
talentoso manejo de la descomposición de las formas y la perspectiva
mediante el uso de curvas y rectas, el uso de la materia como recurso de su
obra y el color en una cromática donde se privilegian amarillos, grises y
azules, contribuyen a un singular feísmo.
Los paisajes
fueron tema de estudio a lo largo de su carrera. Los hizo tétricos,
fantasmagóricos, desolados y con escenas populares… En las artes aplicadas
hizo afiches, catálogos y escenografías de teatro”
Habiendo desarrollado gran parte de su obra al
amparo del amplio horizonte litoraleño, César Andrade Faini está considerado
como el “mayor intérprete del paisaje costeño en la pintura ecuatoriana de
este siglo”
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